20 agosto 2006

El Precio De No Saber

(A mis amigos, compañeros de aventuras despeinadas)
No me sorprendió que me pararan en la calle, ocurría frecuentemente por aquellos días. No sabía a ciencia cierta el porqué, supongo que tal vez mi aspecto es rufianesco o sospechoso de algún modo.
Sí me tomaron por sorpresa las esposas y que me subieran sin mediar palabras al asiento trasero, eso si era anormal, pero lo sábados por la madrugada no soy muy fácil de sorprender y mucho menos de asustar.
Solo diré en mi defensa que no ofrecí resistencia alguna, no se si por la habitualidad con la que las luces azules flasheaban últimamente en mi rostro, o por la media botella de vodka que viajaba en mi estómago, o por la nube de humo ocre que se resistía a abandonar mis pulmones (y mi cerebro).
El viaje probablemente habrá durado unos 10 o 15 minutos, aunque mi percepción del tiempo nunca fue buena y menos en el estado en el que me encontraba esa noche.
Cuando me bajaron pude ver por un segundo, antes de entrar, sobre la puerta, el oxidado escudo de lata que anunciaba "Seccional 13º".
Entramos y nos topamos con un viejo escritorio, destartalado, cubierto de un mundo de planillas, abolladas, mezcladas, ajadas, manchadas.
El uniforme del que se encontraba detrás del escritorio no estaba mucho mas prolijo.
Por lo que veía bordado sobre su corazón parecía ser un superior de los que me llevaban, aunque no sabría decir cuál era su jerarquía ¿comisario? ¿sargento? No conozco mucho de lo que no me importa y mucho menos de lo que no quiero.
A esa altura seguía sin preocuparme demasiado, alguna clase de confusión me había llevado ahí y de alguna forma me libraría del asunto, siempre me libro de los problemas de alguna forma que no requiera mucho esfuerzo, era solo cuestión de dejar que siguieran su juego sin molestarlos demasiado, ya se aclararía todo.
Mediaron algunas palabras entre mis captores y el personaje detrás del escritorio. Por lo que entendí, parecía que me esperaban.
Me hicieron sentar en un destartalado banco de madera donde dormité por unos momentos, no se cuanto tiempo, minutos, horas, solo sabía que continuaba siendo de noche ya que tenía una ventana delante de mi. El reloj en la pared hacía mucho que había hecho su ultimo tic tac.
Volvieron por mi, me levantaron y me llevaron por un pasillo, una puerta, escaleras abajo, otro pasillo, mas puertas, mas pasillos. Llegamos hasta una habitación pequeña, húmeda, claustrofóbica. Me sentaron en una silla de metal, helada, y me esposaron a ella.
En el rincón mas oscuro esperaba otro personaje azul, delgado, fibroso, nervioso fumaba sin parar. Salió de la penumbra para acercarse a mi, la lámpara moribunda que pendía sobre mi le profirió un aspecto intimidante cuando pegó su rostro al mío y dejo escapar el humo del cigarrillo por la nariz.
Mis acompañantes me dejaron a solas con mi nuevo amigo y pude escuchar como trababan la puerta al salir.
En ese momento desperté a lo que estaba pasando, nada me libraría esta vez de los problemas, conocía muy bien el artefacto que estaba conectado al tomacorriente.
Conocía muy bien cuales eran sus intenciones y por sobre todas las cosas estaba muy seguro de no saber nada que fuera a dejarlo conforme.

Dr. CroW