Muñecas Decapitadas

El viene del desengaño, de los tragos, de morir en la vereda, de lo que nunca imaginó.
Ella viene de una guerra, de enterrar su niña muerta, de la inocencia que vio y perdió.
El desea lo que suda, lo que apacigua, lo que duerme, lo que seda cuando muerde.
Ella sueña con muñecas decapitadas, con mascotas olvidadas y con aquello que la quemó, que su alma se comió.
Se cruzaron en una ruta, una que marca la vida puta, una línea de pavimento, cocaína, pegamento.
Y cuando uno reprimió, cuando olvidó, cuando calló, es difícil reconocer en que pensar, en que creer.
Solo tienen lo que sienten, lo que solo dicen cuando duermen, lo que aprendieron a matar y a castigar.
El cree en oportunidades, en revanchas tan mortales, que nunca se llevó, que jamás implementó.
Ella confía es su instinto, ese que siempre le falló aunque nunca le mintió, arañando el corazón.
Verse enfrentado a la elección de la mente y el corazón nunca les funcionó ni la vida les facilitó.
Ahora ellos se contienen, uno vigila mientras el otro duerme, pero sin dudar ni un instante, que esa magia petulante que un día los unió puede cobrarles el favor.
Y si el precio los arrastra, los lastima, los maltrata, pueden caer sin control hasta el abismo del dolor.
Pero se acarician y se mienten, la saliva y el semen no son protección, pero si una distracción, ante la línea de pavimento, de cocaína, de pegamento.
Ante el humo que distrae no se puede llorar por una madre que golpeo y abandonó, a la perra realidad, a la desesperante fragilidad.