El Viejo Cleis

El viejo Cleis descansaba plácidamente es su hamaca resguardado del sol ecuatorial por las dos palmeras que sostenían las puntas de ésta. A un lado de su cabaña el mar infinito y azul que se mezclaba con el cielo en un difuso horizonte. Al otro lado la húmeda jungla se mostraba en todos los tonos de verde imaginables, voluptuosa virgen sin amo.
Cuando el sueño estaba a punto de reclamarlo para sí se sobresaltó por los ladridos de Tiko, su perro. Al tiempo que lo chistaba levantó su sombrero de paja para ver qué era lo que pasaba y se encontró con una figura que se acercaba desde la playa agitando los brazos en señal de saludo.
Lentamente se enderezó de la hamaca y camino en dirección al extraño.
-Buenas, joven. ¿Qué lo trae por aquí? No tengo muchas visitas.
El saludo le fue devuelto es un mal español seguido de una presentación.
-Son Aarón Jarsuski, estoy vacacionando con mi familia un par de kilómetros al este, sobre la costa.
-No me diga que está perdido.
-No, no. Salí a caminar, este paisaje lo hipnotiza a uno.
-Bien, que disfrute de sus vacaciones.
Acto seguido el anciano giró sobre si mismo y se alejó mientras daba un silbido para llamar a Tiko, que no despegaba su nariz de entremedio de las nalgas del turista.
-Espere un momento... ¿Usted vivé ahí? – Señalando la cabaña.
-Así es.
-¿Es dueño de estas tierras?
-Así es.
-¿Qué tan grande es el terreno?
-Desde aquella roca que sobresale allá en la costa hasta la desembocadura del arroyo Namá que está un poco mas allá y unos 500 métros hacia la selva.
-Eso es mucho.
-Suficiente.
-¿No ha pensado en pedir un crédito?
-¿Para qué?
-Para construir.
-Ya tengo mi casa ¿No la vio? Esta ahí.
-No me refiero a eso. Hablo de hacer un hotel.
-¿Para qué?
-Para alojar gente.
-¿Para qué?
-Este lugar es hermoso. Usted podría hacer que mucha gente venga aquí.
-¿Para qué?
-Para que pasen aquí sus vacaciones.
-¿Para qué?
-Yo podría ser su socio. Tengo una licenciatura es administración de empresas.
-¿Para qué?
-Para que hagamos dinero. Toda esa gente pagaría muy bien por alojarse en su hotel.
-¿Para qué?
-Pues para eso, para ganar dinero.
-¿Para qué?
-Hombre, parece usted tonto, para ser rico.
-Hasta luego. Vamos Tiko, deja eso.
-Espere. Disculpe, me refería a que... ¿No lo atrae la idea de hacer dinero? Tener todo lo que quiera.
-¿Para qué?
-¿Empezamos de nuevo? Para no tener que volver a trabajar, se podría retirar a un lugar tranquilo a disfrutar de su dinero, tirarse debajo de una palmera a tomar un coco y contar los billetes.
Se hizo un silencio, solo interrumpido por una gaviota despeinada en la distancia que le recriminaba a un pez escurridizo.
Cleis ya se acomodaba de nuevo en su hamaca.
En la playa Aarón se sintió patético, solo, bajo el sol, y con la nariz de un ovejero incrustada entre sus rojas nalgas irritadas por la arena.