¿Quién Soy?

Hoy me levanté sin saber quién soy. Al primero que vi fue a mi hermano y se lo pregunté, pero estaba medio dormido y solo atinó a decirme “Dejá de joder”.
Me duché, me vestí y desayuné masticando mi duda. En la parada del C7 se lo pregunté a una vieja que, mientras abrasaba su monedero, me dijo “No me robe por favor, no tengo nada”.
Llegó mi colectivo y, mientras entregaba el cospél y recibía el boleto, le planteé mi duda al chofer que de mala gana me soltó un “Dale pibe que no tengo todo el día para vos”. Probé suerte con una pasajera que, al histérico grito de “Me quiere tocarrrrr!!!!!”, hizo que me bajaran a las patadas a medio camino.
Ya llegaba tarde al laburo así que me tomé un taxi, no podía esperar el siguiente colectivo.
Los tacheros siempre tiene la respuesta a todo, no importa si les hablás de fútbol o de física cuántica (en realidad se mas de lo segundo que de lo primero), así que no quise desaprovechar la ocasión de pedirle que me respondiera ¿Quién soy?. “Esto no pasaba cuando estaban los militares” dijo más para si mismo que para mi. Yo abrí la puerta, y con el taxi aún en movimiento, me tiré de cabeza al asfalto.
Me sacudí la tierra, acomodé la tira de mi bolso sobre el hombro y seguí camino a pié.
Intenté con los transeúntes, que a esa hora de la mañana son tan abundantes en el centro de la ciudad, pero solo logré cosas como “Dale flaco, comprame la Luciérnaga”, “Si me volver a hablar le digo a mi novio que te reviente la geta”, “Mi no habla español, sorry”, “Si te acercas a nuestra iglesia podemos ayudarte”, “Dólares, euros”, “¡Voy a llamar a la policía!”, “¿Vendés fazo viejita?”.
Al entrar al local saludé a mis compañeros con mi pregunta pero “Esto no anda”, “¿Me podes explicar esto?”, “No me vengas con pelotudeces” fueron las únicas respuestas.
El día pasó bastante lento, las cosas no anduvieron, no pude explicar nada y no fui capaz dejar de lado mi duda en esas infames ocho horas.
Cuando salí para emprender el regreso a casa ya empezaba perder las esperanzas y la verdad tenía un leve temor a plantear mi duda a alguien más. Entonces la vi sentada en aquél bar que está en la esquina de Olmos y otra calle que no recuerdo, ese con mesas afuera, sobre la peatonal. Una cerveza en la mesa, dos vasos y él sentado al frente, cagandose de risa. Pensé en manotear una silla, plantarme frente a ella y preguntárselo de una, justo en ese momento notó que yo me acercaba, me miró y lo supe, no hizo falta preguntar y seguí caminando sin decir nada. Soy un pelotudo.