En La Buhardilla VII
Al emprender el regreso hasta Arkham, a través del bosque, pude ver una columna de humo que se elevaba desde la dirección en que se hallaba la mansión Hibrels. Mis dos fieles ayudantes habían cumplido su palabra.
Ya en el poblado me dirigí a la taberna que había visitado mi primer día en Arkham en busca de un trago y me invité a sentar junto al viejo Pickman. El borrachín me habló de un sobrino suyo, dedicado a la pintura, que había desaparecido dejando tras de si inexplicables acontecimientos manchados de sangre. Me sugirió que, ya que mi pasatiempo era el investigar acontecimientos de índole inusual, sería una buena idea apuntar mi mirada hacia su difunto sobrino.
La mañana siguiente me encontró en el andén del ferrocarril, sentado sobre una de mis maletas, esperando con ansia dejar esa pútrida ciudad. Compré el periódico local a un niño esperando distraerme con la lectura y evitar así traer a mi memoria los ominosos acontecimientos de los días anteriores. El corazón me dio un salto al encontrarme con un artículo que cito textualmente:
“La antigua mansión Hibrels, ruinoso símbolo de pretéritas épocas de opulencia en nuestra querida ciudad, se convirtió en cenizas anoche.
Al ser rastrillada la zona por personal de la policía en busca de pistas que indicaran un incendio intencional fueron hallados dos cadáveres totalmente incinerados que todavía no han sido identificados. El sargento Johsen aseguró que el incendio habría sido un intento por destruir cualquier rastro del asesinato que se produjo allí. Las marcas en los cuerpos dan señas de una violencia inusitada por parte del homicida.
Fuentes ajenas a la policía aseveraron que se trataría de traficantes de licor que usaban la vieja mansión como depósito de su mercancía que podía permaneces absolutamente segura en ese recóndito lugar, que mantenía alejados a los curiosos dada su oscura fama.”
Ya a bordo del tren que me llevaría hasta mi hogar en busca de descanso caí en un profundo sueño. Otra vez me atormentaban visiones de lo vivido. Hibrels, las colinas, Yog Sothoth, el repugnante bosque, Mama Nigg y sus hermanos arrojados a ese hades viscoso, enmohecido por eones de putrefacción. Esa obscura abertura a un horror sin límites. Mi sueño me llevó de nuevo por esa maldita escalera oradada en la roca millones de años antes de que el primer techo se alzara en Arkham. Todo lo que había visto en mi primer sueño había sido un fiel reflejo de la verdad. ¿Lo que había descubierto en las entrañas de la tierra también lo era? Mi sueño me enfrentaba a ese horror nuevamente. Si lo que se dibujaba frente a mi era real la humanidad toda estaba condenada a la absoluta perdición, al olvido mas tajante y definitivo. Nada, excepto encomendarme a Dios, a un dios que no es mas que una chispa en la inmensidad del caos, nada, solo eso puedo hacer. Nuevamente, igual que aquella febril noche, bajé esos mohosos escalones para ver alzarse ante mi una caverna que parecía no tener fin. No se veía natural, daba la impresión haber sido excavada en la roca viva. Aquí y allá podían verse terribles arañazos en las paredes, como si el lugar hubiera sido creado por una garra de proporciones monstruosas. Pero no fue la visión de ese infinito recinto lo que me llevó al borde de la locura, tampoco fueron los restos corruptos de los esclavos sacrificados. Lo que me llevó al éxtasis del delirio fue ese interminable ejército de abominaciones que se arrastraba desde lo mas profundo de la caverna en dirección a mi. Su andar era marcado por la cadencia de tambores y una lejana flauta que emitía notas nunca percibidas por un oído humano. Su aspecto era indescriptible, había en ellos rasgos de reptil, de anfibios y también de humanos, aunque esas no podían ser creaciones de Dios, ni siquiera del mismísimo infierno, esa visión superaba cualquier cosa que pudiera alguien imaginar. Tan aterrador como su aspecto era su número ya que sin duda eran millones.
¿Se trataba acaso de aquella olvidada raza que había sido recluida en las profundidades de la tierra al esparcirse el hombre en todos los continentes?. Si es así, miles de años de odio y rencor deben haberse destilado en un obscenos corazones. ¿Con qué razón Hibrels había despertado tan atrocidad? Solo espero que el derrumbe producido en aquella oquedad sea barrera suficiente para detenerlos hasta que abandone este mundo por razones naturales. ¡¡Esas garras... esas garras que tallaron la caverna... podrían remover esas pesadas piedras como guijarros y partirlas como un pedazo de tierra endurecida!!
Ya en el poblado me dirigí a la taberna que había visitado mi primer día en Arkham en busca de un trago y me invité a sentar junto al viejo Pickman. El borrachín me habló de un sobrino suyo, dedicado a la pintura, que había desaparecido dejando tras de si inexplicables acontecimientos manchados de sangre. Me sugirió que, ya que mi pasatiempo era el investigar acontecimientos de índole inusual, sería una buena idea apuntar mi mirada hacia su difunto sobrino.
La mañana siguiente me encontró en el andén del ferrocarril, sentado sobre una de mis maletas, esperando con ansia dejar esa pútrida ciudad. Compré el periódico local a un niño esperando distraerme con la lectura y evitar así traer a mi memoria los ominosos acontecimientos de los días anteriores. El corazón me dio un salto al encontrarme con un artículo que cito textualmente:
“La antigua mansión Hibrels, ruinoso símbolo de pretéritas épocas de opulencia en nuestra querida ciudad, se convirtió en cenizas anoche.
Al ser rastrillada la zona por personal de la policía en busca de pistas que indicaran un incendio intencional fueron hallados dos cadáveres totalmente incinerados que todavía no han sido identificados. El sargento Johsen aseguró que el incendio habría sido un intento por destruir cualquier rastro del asesinato que se produjo allí. Las marcas en los cuerpos dan señas de una violencia inusitada por parte del homicida.
Fuentes ajenas a la policía aseveraron que se trataría de traficantes de licor que usaban la vieja mansión como depósito de su mercancía que podía permaneces absolutamente segura en ese recóndito lugar, que mantenía alejados a los curiosos dada su oscura fama.”
Ya a bordo del tren que me llevaría hasta mi hogar en busca de descanso caí en un profundo sueño. Otra vez me atormentaban visiones de lo vivido. Hibrels, las colinas, Yog Sothoth, el repugnante bosque, Mama Nigg y sus hermanos arrojados a ese hades viscoso, enmohecido por eones de putrefacción. Esa obscura abertura a un horror sin límites. Mi sueño me llevó de nuevo por esa maldita escalera oradada en la roca millones de años antes de que el primer techo se alzara en Arkham. Todo lo que había visto en mi primer sueño había sido un fiel reflejo de la verdad. ¿Lo que había descubierto en las entrañas de la tierra también lo era? Mi sueño me enfrentaba a ese horror nuevamente. Si lo que se dibujaba frente a mi era real la humanidad toda estaba condenada a la absoluta perdición, al olvido mas tajante y definitivo. Nada, excepto encomendarme a Dios, a un dios que no es mas que una chispa en la inmensidad del caos, nada, solo eso puedo hacer. Nuevamente, igual que aquella febril noche, bajé esos mohosos escalones para ver alzarse ante mi una caverna que parecía no tener fin. No se veía natural, daba la impresión haber sido excavada en la roca viva. Aquí y allá podían verse terribles arañazos en las paredes, como si el lugar hubiera sido creado por una garra de proporciones monstruosas. Pero no fue la visión de ese infinito recinto lo que me llevó al borde de la locura, tampoco fueron los restos corruptos de los esclavos sacrificados. Lo que me llevó al éxtasis del delirio fue ese interminable ejército de abominaciones que se arrastraba desde lo mas profundo de la caverna en dirección a mi. Su andar era marcado por la cadencia de tambores y una lejana flauta que emitía notas nunca percibidas por un oído humano. Su aspecto era indescriptible, había en ellos rasgos de reptil, de anfibios y también de humanos, aunque esas no podían ser creaciones de Dios, ni siquiera del mismísimo infierno, esa visión superaba cualquier cosa que pudiera alguien imaginar. Tan aterrador como su aspecto era su número ya que sin duda eran millones.
¿Se trataba acaso de aquella olvidada raza que había sido recluida en las profundidades de la tierra al esparcirse el hombre en todos los continentes?. Si es así, miles de años de odio y rencor deben haberse destilado en un obscenos corazones. ¿Con qué razón Hibrels había despertado tan atrocidad? Solo espero que el derrumbe producido en aquella oquedad sea barrera suficiente para detenerlos hasta que abandone este mundo por razones naturales. ¡¡Esas garras... esas garras que tallaron la caverna... podrían remover esas pesadas piedras como guijarros y partirlas como un pedazo de tierra endurecida!!
FIN
Me tengo que poner a tiro... me encantó tu template...
Ese pobre hombre no volverá a dormir tranquilo, por lo que parece. Muy buena la conclusión de la historia, tordo. Ah, más adelante tengo un regalo para vos en MDP. Un abrazo.